La viralidad de las noticias falsas
La población mundial se estima en más de 7.500 millones de seres humanos sobre la Tierra. A principios de 2017, Facebook superó los 1.800 millones de usuarios globales.
Viernes 19 de mayo de 2017
Con estos dos datos y engrosando las cosas, podríamos decir que uno de cada cuatro humanos tiene una cuenta de Facebook. Y la red social sólo tiene 10 años de existencia. Pese a lo tosco de este ejercicio numérico, el enorme y explosivo crecimiento de esta red social nos permite afirmar un punto: ningún fenómeno cultural en la historia de la humanidad ha tenido una expansión como este.
Facebook tiene varias particularidades que vale la pena analizar. La primera es la revolucionaria posibilidad de publicar. Hasta finales del Siglo XX, y un poco antes de la llegada de las redes sociales, la publicación –es decir el ejercicio de expresar en la opinión pública una idea– era un privilegio sólo disponible para aquellos que podían acceder a los medios de comunicación. De acá la idea del "cuarto poder" de los medios, el que no sólo habla del "poder" publicar, sino también de la responsabilidad que conlleva hacer visible para todo el mundo una idea. Por supuesto que no fue Facebook la primera herramienta en hacer alcanzable la publicación, pero es preciso indicar que su concepto fundante se sostiene en este ejercicio: el principal contenido de esta red social es aquel que generan los usuarios. Esto ya lo hace distinto a cualquier otra forma mediática conocida.
En segundo lugar, Facebook invierte la relación espectador-espectáculo que caracterizó el desarrollo de las industrias culturales durante el Siglo XX. Ya no somos el espectador que observa impotente ante la pantalla, sino que en esta red social somos protagonistas de nuestro propio espectáculo y nuestros amigos y familiares son el elenco secundario de esa historia. Es decir, no sólo hay una revolución en el hecho de publicar, sino también en publicar sobre nosotros mismos, esto es lo que hacen las redes sociales, mediatizar una realidad que antes permanecía adormecida y oculta. Nos hacen protagonistas de un relato mediático.
Hasta ahí el modelo de desarrollo de Facebook se parece a otras redes sociales que también han tenido un crecimiento importante: Youtube, Twitter, Instagram. Sin embargo, las hábiles mentes de Facebook comprendieron tempranamente el fenómeno de la "burbuja" que se produjo en la fiebre electrónica estadounidense. Todo en internet es líquido, por lo que tan rápido como explota un fenómeno, puede este desaparecer. Es el destino de otras redes sociales que lograron inscribir millones de usuarios, pero que terminaron cayendo en desuso al no renovar su promesa interactiva con los usuarios.
¿Cómo enfrentó Facebook este problema? Buscando fidelizar a sus usuarios, hacerse atractivos y adictivos: pusieron al centro de su esfuerzo la interacción. Todo en esta plataforma se trata de producir incentivos para interactuar: presionar el botón "Me gusta", dejar un comentario, compartir la publicación, cualquier cosa que mantenga tu atención. Y los ingenieros de la red social dedicaron largas horas a programar estos incentivos.
El resultado es "Edge Rank", un algoritmo que toma en cuenta todo el comportamiento de un usuario para privilegiar el contenido que destaca para él. Un ejemplo: si un usuario X pasa la mayor parte de su tiempo mirando fotografías de gatos, cada vez que un amigo del usuario X publique algo relacionado con gatos, Facebook destacará para usuario X dicha publicación.
Esto es interesante, porque nos permite concluir que el modelo de negocios de Facebook consiste en arraigar en nosotros las ideas con las que ya nos hemos demostrado afines. Este es un hallazgo que diversos estudios matemáticos sobre difusión de noticias en redes sociales han demostrado, pero cuya esencia ya conocían los primeros investigadores de la comunicación política que en la década de los '40 comprendieron que la principal fortaleza de la propaganda política era reforzar las ideas que los que los destinatarios de esas ideas ya tenían.
¿Por qué esto es importante para Revista Falmed Educa? Porque en el contexto moderno de las redes sociales se ha demostrado la enorme capacidad de propagación de ideas que, sin tener evidencia a favor, se han convertido en tremendamente populares. Es decir, el usuario que ha conocido la lógica de las redes sociales y se impregna diariamente de ellas, será más proclive a evaluar como verdadera una noticia porque ésta vibra en la misma sintonía de sus creencias y no por la solidez de la fuente que la informó, ni la evidencia que expuso, ni las otras fuentes que la contrastaron. En ese sentido, la emocionalidad de una información hace que ésta sea más aceptable que su contenido racional y las redes sociales están reforzando esto a diario.
Este problema es lo que algunos han llamado "posverdad"; que sin ser un fenómeno nuevo (porque la propaganda y la desinformación son tan antiguos como los medios), se ha convertido en un asunto de preocupación contingente. Los incendios en la zona centro sur de nuestro país fueron un radical ejemplo de esta situación. A los pocos días de desatada la tragedia circularon por WhatsApp cientos de informaciones que atribuían la responsabilidad del desastre a distintos actores: a terroristas violentos, a empresarios forestales que buscaban cobrar seguros, a pirómanos organizados para destruir. Y la difusión de estos presuntos culpables tuvo mucho más que ver con los miedos de quienes distribuyeron dichas noticias que con evidencia que avalara dichas responsabilidades.
Nos preocupa este fenómeno porque ha devaluado el componente racional de la información como única fuente de su verosimilitud. Esto es lo que entendemos como el combustible de los verdaderos juicios públicos que han condenado a alguno de nuestros médicos, y es alarma suficiente para no convertirnos en difusores de noticias falsas o dañinas para el bien común.
Esto nos pone sobre alerta en la necesidad de mantener vigente la interrogación a cualquier noticia que nos llegue y hace un llamado a ponderar nuevos factores a la hora de entregar una información y ser convincentes: no sólo debemos responder racionalmente, sino que hoy más que nunca, entender también se trata de creer. En la era de las redes sociales, la humanización de nuestras relaciones, la empatía y la justicia son fundamentales. Ya no basta con tener la razón. Para convencer, también hay que proponer una emoción.
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