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Volumen 3 N°7/ Septiembre 2015

Médicos Generales de Zona cumplen 60 años

Ímpetu, vocación y solidaridad

Cuando la agrupación cumple seis décadas de existencia, estos son los principales valores que mantienen “arriba” a estos jóvenes que se alejan de sus hogares para entregar lo que saben: salud.

  

Revista: Falmed Educa / Año 3 / N°7

Unos 300 kilómetros separan a la Dra. Amelia  Benavente de su hogar, lo que se acrecienta con los difíciles caminos, esos que sólo en seis horas la llevan hasta su casa familiar. Oriunda de Santiago y recién titulada de la Universidad Mayor, hace dos meses ejerce como MGZ en la posta de Llico, una caleta de pescadores ubicada en la desembocadura del río del mismo nombre en la Región del Maule. Además, tiene a su cargo dos territorios con postas rurales y una estación de médico rural.

La historia de la Carmela de la obra de teatro “La Pérgola de las Flores” funciona como símil inverso en este caso. La llegada de la ciudad al campo es un verdadero “aterrizaje forzoso” para los Médicos Generales de Zona (MGZ). “No tengo electrocardiograma, desfibriladores, no tengo monitores, nada. O sea, hay postas que ni siquiera tienen saturómetro, ni hemoglucotest. No hay conectividad. Cuento con lo básico, camillas, en las postas hay medicamentos, aparatos de toma de presión, fichas, pero más allá no. En la más grande, que es la de Llico, hay saturómetro, pero más avanzado no hay mucho”, comenta la Dra. Benavente. “Pero más allá de lo que falta, ha sido una buena experiencia porque si bien no vivo donde trabajo, he podido conocer a la mayoría de la gente y sus familias. Hay pocas familias en una zona. Me ha pasado que veo a un paciente y le pregunto por la suegra, la abuelita y la tía. Me encuentro con ellos en la calle. Ha sido súper familiar”, señala con entusiasmo.

DE TRES A SEIS AÑOS

La creación del Generalato de Zona se produce el 22 de julio de 1955 con el objetivo de reducir la brecha de estos profesionales en las zonas más alejadas, carenciadas y rurales de un país largo y complejo geográficamente. 

Actualmente, el programa consiste en la destinación en una localidad determinada por un período de tres a seis años, en donde se desempeñan labores asistenciales y administrativas, además de actividades comunitarias, generándose un estrecho vínculo con la comunidad. El Dr. Pablo Salinas, neurólogo y profesor asistente de Neurología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, explica que los orígenes del programa, hace seis décadas, se justifican como una de las principales estrategias para poder captar y mantener al recurso humano médico ligado al Estado de Chile a través, en esa época, del Servicio Nacional de Salud, SNS. “Es el sistema que ha permitido mejorar, entre otras cosas, los indicadores de salud del país al poner al acceso de toda la población a médicos de alta calidad técnica formados en las mejores universidades del país y que van a los distintos rincones de nuestra geografía, a ejercer la medicina de la mejor manera posible, y así poder dar equidad en la atención a todos nuestros compatriotas, independiente de sus condiciones de vulnerabilidad social.”, destaca.

El Dr. Eduardo Welch, actual director de comunicaciones de Falmed, ejerció su generalato entre 1966 y 1970 en Colina. “En este punto –explica el directivo-, alguien podría decir ‘bueno, eso está al lado de Santiago’, pero en ese tiempo no existía la conectividad de hoy en día. Era muy difícil acceder a esa comuna. El consultorio no tenía teléfono ni ambulancia, y el trabajo era arduo. En la mañana cargábamos el 4x4 con leche y medicamentos en el hospital Roberto del Río y de ahí partíamos. Al llegar veía aproximadamente 50 pacientes, un ritmo agotador, pero lo hacía con la firme convicción que tuve desde el principio.

Asimismo, hacía rondas en las escuelas, de parasitosis, educación sexual, etc. Este trabajo me llevó a formar en el consultorio un grupo de voluntarias de la población adyacente, donde les enseñé a hacer curaciones, poner inyecciones, entre otras actividades, lo que fue bastante útil. Con mucho cariño recuerdo esas rondas, porque además del cariño de la gente, con frecuencia nos llegaban de regalo pan amasado, huevos frescos, lechugas recién cortadas y otros presentes que agradecí mucho. El tiempo fue pasando y llegó el momento de partir a mi beca de Pediatría en el Hospital Roberto del Río. Cuando me tocó partir y lo anuncié, la gente se tomó el consultorio para que no me fuera, pero como había plazos que cumplir tuve que hacerlo no más, iniciándose de esta manera un nuevo capítulo en mi vida. En este sentido debo decir que creo firmemente que la familia del médico es su faro y su sostén”, reflexiona el directivo.

CARENCIAS

Sin embargo, más allá de las buenas intenciones, la progresiva mercantilización de la salud en Chile y los insuficientes recursos destinados –cabe destacar que, según cifras de la OCDE, se destinan sólo 3,5% del PIB a este ítem, cuando lo ‘aconsejable’ es el 7% al menos- ha redundado en que actualmente exista una suerte de precariedad laboral en la mayoría de los centros de salud del país, alejados de los centros urbanos. El Generalato de Zona está marcado por una constante precariedad. A juicio de la Dra. Javiera Mardones, médico de la Universidad de Chile y que se desempeña actualmente en el Cesfam de la comuna de San Ignacio, Provincia de Ñuble, no existen “las herramientas necesarias, aún falta mucho por avanzar tanto en infraestructura, recursos físicos y humanos. Creo que en la mayoría de las comunas rurales faltan recursos financieros, lo que se traduce en falta de acceso a cierto tipo de exámenes, medicamentos y también recurso humano”, denuncia.

Coincide en el punto el Dr. Eduardo Neira, médico general de zona hace dos años en Molina, comuna ubicada 20 minutos al sur de Curicó. El Dr. Neira lo tiene claro: “Es como un balde de agua fría. Uno llega a un hospital mucho más básico, con menos recursos, los exámenes son escasos. Hay que manejarse sólo con lo más elemental, como exámenes de sangre, rayos en una máquina que es del año 1985. Ha sido un gran cambio enfrentarse a esta escasez, a esta falta de recursos. Como agente de salud, querer entregar lo mejor y que no se pueda, produce mucha frustración. Uno lo siente cuando los pacientes quieren que sus enfermedades sean mejor investigadas, quieren tener exámenes de mejor confianza y desgraciadamente no se les puede ofrecer. O tiene que recurrir a un sistema que es engorroso de larga espera que es a través de las interconsultas”, lamenta. En este escenario de precariedad, es atingente preguntar si los médicos sienten temor a enfrentar una demanda debido a la creciente judicialización de la medicina. “Por supuesto –afirma el Dr. Neira-.

Mientras menos recursos tenga uno, más aumenta la demanda por asistencia de los pacientes. Por ejemplo, en los servicios de urgencia y policlínicos, los pacientes se van frustrando, van manifestando su disconformidad y cada vez lo manifiestan con mayor agresividad. La verdad es que uno ha tenido que ponerse a la defensiva y evitar conflictos, porque han llegado a golpes, colegas que han sido agredidos por familiares y pacientes, y agresiones verbales, que es algo a lo que uno se ha ido acostumbrando. Respecto a la judicialización, uno trata de cuidar que el paciente tenga claro qué se le está haciendo para que no se creen conflictos y lo manifieste a través de demandas, quejas, en vez de preguntarlo al profesional”. Por su parte, la Dra. Benavente explica que si bien considera que la formación académica abordó positivamente este aspecto, de igual modo corre riesgos. “En mi comuna hay un déficit de medicamentos porque no cuento con el arsenal básico. Me pone en una situación complica da porque no tengo los recursos y finalmente la gente a quien le va a echar la culpa es a mí”, puntualiza.

En la Fundación de Asistencia Legal del Colegio Médico hay un análisis claro sobre el fenómeno. Según el Dr. Welch, “muchas veces a los médicos nos toca ser el rostro de los problemas del sistema de salud y eso es muy complejo porque es caldo de cultivo para las demandas”, asegura el directivo. Frente a este problema, Falmed recomienda la representación por escrito de las carencias, tema abordado en detalle más adelante en este número de Revista Falmed Educa.

”UNA VEZ MGZ, SIEMPRE MGZ”

Una característica constante que se aprecia en los MGZ es su enriquecimiento en el aspecto humano, el que consideran como su mejor nivel de satisfacción. “La interacción con la gente local es muy variada – indica el Dr. Sebastián Vega, quien se desempeña en el consultorio de Chañaral Alto, comuna de Monte Patria, además de ser el presidente regional de la agrupación en la Región de Coquimbo-. Uno como general de zona tiene la posibilidad de acercarse a la población de una manera única y que dista mucho de lo que podría imaginarse en una ciudad. Los pacientes son más cercanos y agradecidos con los médicos. Se les realizan capacitaciones, charlas, actividades en la comunidad, llevan regalos a los médicos. Uno termina siendo una autoridad en el pueblo, y por lo mismo un ejemplo para la gente. Por esto, hay que llevar el cargo de médico con la responsabilidad y madurez suficiente para cumplir las expectativas de la gente que uno atiende. Y ahí viene la frase: Una vez MGZ, siempre MGZ”.

Coincide con su colega el Dr. Alfonso Galleguillos, director del Hospital de Andacollo, quien describe que “mi día a día en general es grato, actualmente con muchas funciones administrativas. He desarrollado lazos con la comunidad y con diversas agrupaciones teniendo una buena relación y trabajando en conjunto por la salud. Siento que la gente me estima, reconoce mi trabajo y esto se ve reflejado en las palabras de apoyo que me expresan, las felicitaciones que dejan plasmadas, sus obsequios, entre otros”.

El Dr. Welch coincide en el valor de la experiencia que el generalato dejó en su vida. “He de señalar que mi estadía como médico general de zona ha sido la más significativa de mi vida, tanto en lo humano como en lo profesional, con alegría y sinsabores, pero con un saldo inmensamente gratificante. Y si pudiese volver atrás, lo haría nuevamente con toda alegría”, finaliza con orgullo.

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