GACETA FALMED. Salud Sin Violencia: Por Un Nuevo Acuerdo Social
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26/08/2022
Lo que pasará a la historia será cómo todo un país se encontró cara a cara, con una enfermedad mundial; se aprendió a cuidar y replegar; con dolor, se separó de sus seres más queridos, para no dañarlos; siguió buscando sobrevivir, y cuidar; agradeció ser cuidado por otro ser humano.
Por Dra. Anamaría Arriagada Urzúa, Dep. de Ética Colmed.
Pandemias son épocas duras. Históricamente lo fueron, y hay amplia literatura y documentos que nos ilustran al respecto. Hoy nuevamente vivimos una vivencia de estas características. La posmodernidad la enmarca en un contexto bien distinto.
Si analizamos la comunicación de riesgo, y sus desafíos, sin duda las comunicaciones y la tecnología, abren posibilidades distintas. Pero el auge de la tecnología no va necesariamente acompañada de una aplicación moralmente correcta. Menos en una época en que tantas certezas ya no existen. Hay una subjetividad, un relativismo, en que la historia de cualquiera, transformada en un “meme”, se hace rápidamente un testimonio, una vivencia compartida, un mensaje, una idea, o un hecho de relevancia mundial. La fotografía- la imagen- al alcance de cualquiera de nosotros, rápidamente ha mostrado la “cara” de la pandemia. Ya sea un enfermo, agonizante, conectado a un ventilador, o una enfermera-agobiada-llorando; miles de fosas abiertas a ras de tierra, en algún lugar de Brasil o Nueva York; un presidente, sin mascarilla, dirigiéndose a una multitud- lamentablemente para nosotros-en un país latinoamericano; una ambulancia en una calle de Italia….
La pregunta es si esto es comunicación de riesgo. Pienso que más que eso, es directamente un mensaje que busca impresionar, despertar la empatía, la compasión, y que se ha grabado en nuestra retina, trayendo a la temida- y negada-muerte, a centímetros de nuestra cara. Es la vulnerabilidad que hemos enfrentado, todos en el mundo, y que ha desnudado su inequitativa distribución también.
La comunicación de riesgo es un concepto más técnico. Propio de expertos en desastres, y más bien una tarea que recae en nuestra autoridad sanitaria. Se ha hecho de diferentes maneras, y sin duda, en un país sísmico como nosotros, ha habido un camino previo. Desde terremotos, tsunamis, incendios forestales, aluviones…qué duda cabe que Chile es un país con una geografía compleja, y que ha sorteado -mal o bien- varios eventos. Pero la pandemia es distinta. Es una situación demasiado larga. En este caso, de muchos meses; cansadora; con subes y bajas, y finalmente comunicar el riesgo ha sido una ardua tarea, que ha chocado con una población empobrecida, encerrada y desanimada; frustrada, viviendo duelos muy complejos, pues se ha tratado de muchas muertes, y en soledad, dada la imposibilidad de cumplir con ritos funerarios habituales.
¿Qué valores se deben cuidar al comunicar riesgo? Primero, ser veraz y honesto. Con lo que se sabe, y lo que se ignora. Reconocer a la población como un ente válido, respetable y capaz de comprender. Y esto traducirlo un intento de explicar a todo interlocutor- en caso de pandemia, a todo ciudadano- qué significa el riesgo; qué es una “tasa de mortalidad”; formas de medir el contagio; conceptos y fundamentos, que sustentan la coartación de libertades básicas, como la libre circulación, la celebración de ritos, fiestas, compromisos, la asistencia a colegios, escuelas, oficinas, entre otras.
Pero además de lo anterior- que no es fácil- es muy importante informar, comunicar, y a la vez calmar a la población dando ciertas herramientas de cuidado; comunicar que hay autoridades que se están encargando de las decisiones; fortalecer y asegurar el funcionamiento del Estado, en sus actividades esenciales; mantener el orden; y por sobretodo, asegurar que se hará todo esfuerzo por atender las necesidades de salud de las personas.
En este sentido, de las atenciones de salud, la pandemia puso en jaque a todo el sistema sanitario. No sólo a la autoridad, cuya evaluación no me corresponde abordar directamente en este artículo, sino al sistema en su conjunto. En esta pandemia se evidenciaron las fortalezas de la atención primaria; su conocimiento del territorio; su resolutividad y capacidad de adaptación; su compromiso con sus pacientes; las capacidades de funcionari@s administrativ@s, tecnólog@s, químic@s, tens, enfermer@s y médic@s. El tremendo aporte de médic@s inmigrantes, y de todos, para aplicar protocolos, aprender técnicas, volver a complejizarse.
Las clínicas ofrecieron gran parte de su capacidad, en infraestructura, camas, insumos y sobretodo- recurso humano-integrándolo a la red sanitaria.
Finalmente, hospitales públicos de todo tamaño y complejidad, habilitaron hasta 5 veces sus camas críticas, elaboraron protocolos, implementaron apoyo telemático a sus pacientes; fortalecieron su RRHH adaptándolo a los nuevos requerimientos.
Esta gran red -pública principalmente- pero también privada, llevó a cabo un enorme esfuerzo en pos de poner la tecnología al servicio de las personas. Se implementaron comités de triage, para apoyar la categorización de pacientes ingresando a upc, o requiriendo ventilación mecánica. La ética y la humanización -incluida la espiritualidad- se pusieron de moda -¡en buena hora!- para ofrecer apoyo a equipos de salud, familiares y pacientes.
Y la ciudadanía respondió. Y se replegó, por meses, dentro de sus casas. Levantaron oficinas domiciliarias, en estrechos espacios; se pusieron a enseñar a sus propios hijos e hijas; se hicieron peritos en teléfonos inteligentes y reuniones familiares por zoom. Algunos perdieron trabajos; principalmente las mujeres, dejaron sus empleos; pero surgieron emprendimientos, y formas distintas de sobrevivir.
No quiero darle más de una línea a quienes celebraron fiestas clandestinas, o esquivaron cordones sanitarios. Creo que esas son anécdotas tristes. Lo que pasará a la historia será cómo todo un país se encontró cara a cara, con una enfermedad mundial; se aprendió a cuidar y replegar; con dolor, se separó de sus seres más queridos, para no dañarlos; siguió buscando sobrevivir, y cuidar; agradeció ser cuidado por otro ser humano.
Y esperamos sobrevivir, para luego hacernos cargo. De nosotros. Del medio ambiente. Del futuro. De lo pendiente, después de la pandemia.
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